La ansiedad en los niños es una de las condiciones psiquiátricas más comunes en la infancia. Aunque comparte características con la ansiedad en adultos, en los niños se manifiesta de maneras específicas que dependen de su desarrollo. Su origen es multifactorial, involucrando factores biológicos, ambientales y de crianza.
Existen diversas situaciones que pueden provocar ansiedad en los niños: problemas en el hogar, miedo a las arañas, temor a las inyecciones o incluso aspectos relacionados con el entorno, como la arquitectura de un lugar, según la Fundación UNAM.
A diferencia de los adultos, los niños no suelen buscar ayuda por sí mismos; son los padres o cuidadores quienes detectan comportamientos inusuales y deciden si es necesario intervenir. La dificultad que tienen los niños para expresar verbalmente sus emociones y, en muchos casos, para identificar sus propias sensaciones, puede retrasar o dificultar la búsqueda de ayuda profesional.
La ansiedad en la infancia presenta una variedad de síntomas psicológicos y físicos, entre los que destacan:
En muchos casos, estos síntomas son atendidos inicialmente por un pediatra, pero persisten a pesar de tratamientos convencionales. Es importante una evaluación integral que incluya el apoyo de especialistas en salud mental infantil.
Las dinámicas familiares juegan un papel crucial en el desarrollo y manejo de la ansiedad en los niños. Una comunicación inadecuada, límites poco claros o una falta de estructura en el hogar pueden exacerbar la ansiedad infantil.
Además, factores externos como la separación de seres queridos, cambios en la rutina diaria y una menor socialización con sus pares pueden provocar sentimientos de abandono, miedo y soledad en los menores.
Estos sentimientos suelen traducirse en cambios de conducta, como irritabilidad, sensibilidad extrema, regresión a etapas anteriores del desarrollo (miedo a la oscuridad, pérdida del control de esfínteres) y alteraciones del sueño y del apetito.
Es importante fomentar actividades que permitan al niño distraerse de las preocupaciones (como videojuegos en entornos controlados) y evitar que experimente retrocesos en habilidades ya adquiridas, como el control de esfínteres, el uso adecuado del lenguaje y el desarrollo de la lecto-escritura.
Otros síntomas pueden incluir alteraciones en el sueño, apetito y conductas evitativas o disruptivas.
Es fundamental que los profesionales de la salud, así como educadores, psicólogos y pedagogos, cuenten con una formación actualizada en la identificación de estos trastornos, ya que, si no se abordan de forma oportuna, pueden tener repercusiones en el desarrollo del niño.
La ansiedad infantil no tratada puede llevar a afecciones crónicas en la adolescencia y la adultez, tales como autolesiones, ideación suicida, consumo de sustancias y trastornos afectivos graves.
Es crucial que los padres, maestros y cuidadores fomenten un ambiente donde los niños se sientan seguros y comprendidos. Explicarles de manera clara y apropiada los cambios en su entorno y ofrecerles herramientas para manejar sus emociones puede ayudarles a transitar esta etapa de forma más saludable.
En Saint Luke, nos preocupamos por compartir con nuestra comunidad estudiantil toda la información necesaria sobre salud mental infantil, para brindar una orientación adecuada y cuidar el bienestar emocional de los más pequeños.